domingo, 27 de febrero de 2011

Sigue pasando.


Febrero de 2011.


Paloma Bravo
(fuente: blog 'La novia de Papá')

Ese hombre casado (o esa mujer, que no me voy a poner a discriminar por sexo y tengo que contar una historia, así que, por favor, entended todo en genérico). Ese hombre casado, digo, que no te cuenta grandes dramas porque respeta a su mujer y no habla mal de ella, pero...
Pero que sí, que se siente y se muestra disponible. O lo parece.
Y al otro lado, una mujer que suele tener mucho contacto con él (trabajo, amigos comunes, lo que sea). Una mujer que tiene su propia vida.
Una relación que evoluciona.
Sólo hay una vida y en unas semanas ya se han querido, ya se han tocado, ya se han echado de menos, ya se han necesitado, ya se han hecho daño.
Sólo han pasado un par de meses y ella sabe que tiene por delante un día de añoranza y de fantasmas, pero lleno de mensajes. En eso él no se corta. Los enmarca, claro, con dos llamadas: a las 9 de la mañana, a las 9 de la noche. No es que sea germánico, no. Son sus horarios de coche, de soledad, de ausencia de testigos: de garaje a garaje.
"Te dejo, mi amor, que entro en el despacho".
"Te dejo, mi vida, que llego a casa".
Cada día es toda una vida: conquista a las 9, enamoramiento en horario laboral, abandono por la noche.
Cada día es demasiado.
Pasan unos meses más.
Ella no pide nada, él tampoco da.
Desgaste, dolor, sexo.
Un poquito más.
Ella se nota despegándose.
Algunos días no coge el móvil por la mañana. Otros no contesta los mensajes. Y ya casi nunca contesta por la noche. Tiene otros planes que no son nada especial: sólo no pensar en él.
Pasa la vida.
Pasan las vidas.
Siguen pasando.


No hay comentarios: