Uno se pasa todo el final del año haciendo retrospectivas, analisis y elucubraciones diversas, tanto que el tiempo consumido en ello comienza a entrar en el balace, y ahi es cuando nos damos cuentas que la estrategia para no perder el rumbo no funciona del todo.
Pero a los cuarentayalgos se empieza a producir lo que ya me temía: los balances findeañeros toman un carácter más de largo plazo, porque el año es ahora una unidad de medida demasiado pequeña: planeamos cosas en términos de lustros, y lo que es peor podemos fácilmente recordar algun evento que caiga una, dos y hasta tres décadas atrás, y lo que es peor que peor ya ni nos sobresaltamos por eso. Con esa noción del largo plazo hacia atrás y hacia adelante, un balance empieza a ser cada vez más un resumen de cuentas vital, y allí entran los logros, las decisiones acertadas que hemos tomado y las otras, las que nos pasan aún facturas de diverso calibre. (dígase de paso que para un ex-patriado estas elucubraciones van teñidas con la pátina melancólica y forcejeo esquizoide de imaginar presentes paralelos en el propio país).
Asique casi casi un balance es, por estos días, una tarea no sólo dolorosa sino definitivamente destinada al fracaso. Quedan, eso sí, las ganas de que el año que se viene sea mejor del que termina, frase que no por trillada hasta el hartazgo deja de ser exacta- y simplemente lo que uno desea.
3 comentarios:
La imaginación de presentes paralelos es frustrante siempre! Hay que combatirla cada vez que uno la ve surgir...
Y esperar que el año próximo sea mejor es de lo más humano. Que el año próximo nos vaya mejor, pues.
Doutor, me cruce con un comment tuyo en Mide/No mide y salte para aqui... Un abrazo findeañero.
U. La combato, pero sin éxito!
A.: obrigadao, abraço e ótimo 2009!
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