sábado, 17 de noviembre de 2007

Sobre los parásitos científicos y las acreditaciones

JOSÉ MANUEL TORRALBA 27/06/2007
En El Pais

Existe en el sistema público de Ciencia y Tecnología (sobre todo en las Universidades y el CSIC) una especie animal que podríamos definir como el parásito científico. Es un sujeto que se adhiere a un grupo de investigación o departamento y que se aprovecha de la inercia que imponen la imaginación y el esfuerzo de otros para hincharse a chupar la sangre. Son personas, habitualmente mediocres, que engordan y engordan su currículo sin apenas derrochar esfuerzo e ideas y nunca arriesgando sino, por el contrario, subidos al carro del que alguien tira. Se hacen valer por alguna característica que aparentemente les distingue y meten la cabeza, en ocasiones, en más de un grupo de investigación, sacando beneficio de todos, exponiendo poco y vendiendo la imagen de personas colaboradoras.


Esa imagen es totalmente falsa, ya que lo que realmente hacen es explotar bien su entorno siendo personajes profundamente egoístas que nunca se ofrecerán para trabajos que no reviertan en un beneficio directo para ellos. Una vez que hincan sus dientes en una presa, es difícil desprenderse de ellos, ya que habitualmente sus presas son líderes de grupos que valoran como un activo la pluridisciplinariedad y la masa crítica para afrontar retos científicos. Pese a que existen, y desgraciadamente muchos, parásitos científicos per se, existen un género, y un subgénero de éste, que son especies mucho más ávidas y perniciosas, ya que además de empobrecer su entorno para su propio engorde, desprestigian al sistema en su conjunto: el parásito endógamo y su subgénero el parásito népota. La endogamia, que en algunos casos puede ser positiva, en otros muchos genera este tipo de gorrones.

El nepotismo, sin embargo, normalmente siempre es negativo y favorece oportunistas muy perniciosos para el sistema. Lo único bueno del parásito fruto del nepotismo es que una vez que se estabiliza en la organización, su avidez suele disminuir, y como en general son muy mediocres, desangran con menos intensidad al portador sobre el que se asientan (que a veces es el padre, el hermano, el cuñado,...). Por el contrario, el parásito per se suele ser dañino de forma permanente, ya que si en algo no es mediocre es en su capacidad y codicia por engordar científicamente a costa de los demás.

No es fácil reconocer a través del análisis de un currículo a un parásito científico. Conozco algunos con docenas de publicaciones de alto nivel tanto en impacto como en citas. Aquí se dan algunas claves. Suelen tener un currículo bien nutrido por colaboraciones con distintos grupos de investigación. Picotean por aquí y por allá. Normalmente, atacan distintas y diversas líneas de investigación. Normalmente, lideran poco, ni proyectos, ni grupos, ni redes... A veces en su vida hay un claro punto de inflexión: de pronto clavan el diente en una buena presa y partir de ese momento empiezan a engordar. No es fácil descubrirlos a través del análisis del currículo. Sin embargo, en un proceso de selección del tipo "habilitación", les cuesta progresar, ya que no suelen superar con convicción un careo frente a alguien que le pide explicaciones del porqué de las cosas que ha hecho, ya que normalmente no tiene respuesta a los "porqués". En cuanto se les pincha, se deshinchan como un globo. Son figurones con los pies de barro.

Cuidado con el nuevo sistema de acreditaciones aprobado en la reforma de la LOU. Es mucho más racional y humano que el sistema de habilitaciones, pero es perfecto para estos parásitos, ya que sus abultados currículos normalmente deslumbran y superan cualquier análisis cuantitativo. O se arbitra el nuevo sistema con criterios distintos de los meramente cuantitativos, o todos los parásitos acabarán ocupando los puestos de máximo nivel científico y académico, perjudicando seriamente al sistema en su conjunto, porque los que realmente tiran de los carros quedarán aplastados por estos especímenes cebados a costa de su actividad parasitaria. Y el sistema debiera cuidar mucho en qué dirección se mueve para protegerse de estos parásitos. Y así acabaría de paso con la mala endogamia y el nepotismo.


José Manuel Torralba es Catedrático de Ciencia de Materiales de la Universidad Carlos III de Madrid.





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