Vamos a resaltar los aspectos positivos del reencuentro. Así, del reencuentro en general. Con alguna foto antigua, con la maestra de 4º grado, con la dama que nos encandilaba, con la tierra donde se ha nacido o con la imagen que nos devuelve el espejo.
Cualquiera de estos eventos puede desencadenar nuevas percepciones sobre lo que considerábamos hasta ese momento cosa juzgada, desde perspectivas más amplias hasta terremotos emocionales.
Vale la pena notar que aunque uno tiene cierta continuidad temporal de eso que se llama carácter, éste se nutre de experiencias acumuladas en sucesivas capas freáticas bien diferenciadas. Dicho bien, que no es posible darse cuenta de cómo cómo ha cambiado uno en sus percepciones a menos que pueda contrastar con las anteriores.
En el terreno de la materia gris, sigue siendo impresionante como el argentino medio tiene exacerbado el ingenio. Para colarse, para hacer una central nuclear con una plancha o para robarle la novia al compañero de oficina.
Cuando se aplica al campo científico-tecnológico, aún puede verse la impronta gaucha en las ideas, puesto que para alcanzar alguna contribución top-ten, es imprescindible que esas ideas pasen por un camino de mínimo presupuesto. Y lo increible es que se logra, en cada vez más contadas excepciones, claro.
Pero ahi está, esa cualidad básica, que nos lleva a destacarnos cuando se nos pone en un medio en el cual no hay que gastarse toda la energia cuidándose de los otros argentinos, pero también a matarnos en una avenida por ver cómo le metíamos la trompa del auto al camión con acoplado.